En la Primera Carta de San Juan se insiste en la inseparable relación entre el amor a Dios y el amor al prójimo. De esta forma, siguiendo las enseñanzas de Jesucristo, las primeras comunidades cristianas comenzaron a prestar una especial atención y cuidado a los más necesitados, tanto entre sus miembros como entre los que no eran creyentes.
A lo largo de la historia de la Iglesia, esta comunión con las personas más necesitadas, reflejo del amor de Cristo, ha seguido manifestándose de manera imparable.
Hoy en día se nos está haciendo más patente la presencia en la sociedad moderna de un tipo diferente de necesidad y de “pobres”, que, desgraciadamente, están experimentando en aumento imparable: aquellas personas y familias que sufren por motivos no ya materiales, sino relacionales, sociales, psicológicos o espirituales. Nuestra forma de vida actual, a pesar del desarrollo alcanzado en muchos ámbitos, es un generador de muchas formas de sufrimiento social, psicológico y afectivo en las personas, las familias y la propia sociedad: la soledad, el sentimiento de angustia, de abandono, desamparo o desamor, problemas en los matrimonios, dificultades en las relaciones con los hijos, etc.
Sin embargo, prestar ayuda eficaz y oportuna a los necesitados requiere de una estructura, de unos medios, de unas personas, de unos objetivos, con el fin de ser lo más eficaces posible, sin obviar la necesidad de dar, a la vez, testimonio de Dios: “El amor requiere de una organización”, afirmaba Benedicto XVI.
Por ello, con el fin de atender a estas nuevas necesidades, la Iglesia española ha puesto en marcha los Centros de Orientación Familiar (COF) diocesanos, un servicio especializado de atención integral a los problemas familiares en todas sus dimensiones,
Los COFs diocesanos desarrollan su misión a través de colaboradores y voluntarios que además de ofrecer una atención profesional y eficaz, acogen y sanan estas nuevas pobrezas del ser humano desde el corazón, en una verdadera comunión interpersonal en un marco de confianza y respeto. Como también apuntaba Benedicto XVI en Deus Caritas Est, “La actuación práctica (por muy eficaz que sea), es insuficiente si en ella no se puede percibir el amor por el hombre, que se alimenta del encuentro con Cristo”. Se obra así el milagro de la sanación de la persona y de la familia y de recuperar la esperanza, perdida en muchas de las personas que acuden al COF. En este testimonio, uno de los usuarios de un COF de Sevilla pone de manifiesto su vivencia personal:
“Después de 30 años de feliz matrimonio, una grave crisis nos amenazaba…Nuestra familia se dirigía al abismo. Había oído hablar de unos centros de la iglesia y pedimos cita en el COF. Fue la mejor decisión posible. Discreción, seguridad, confianza y un sorprendente saber hacer, humano y profesional… Una reunión tras otra con una notable mejoría. La originalidad en las propuestas, la formación y el interés de sus responsables.
Guiados por el camino…pasito a pasito, hoy hemos alejado con éxito la amenaza. Eternamente agradecidos por vuestro trabajo con tanta dulzura, cariño y generosidad.
Nunca nos sentimos juzgados, al contrario, comprensión, pero firmeza, con la mirada puesta en el horizonte.
Gracias, gracias y mil gracias”.
Es una nueva parábola del Buen Samaritano traída a la realidad de nuestros días, en la que la Iglesia, a través de los COFs diocesanos, sigue desarrollando su mirada, atenta a las necesidades más acuciantes de la sociedad actual para que no se ignoren ni pasen inadvertidas, proponiendo medidas concretas para acoger y curar las heridas más profundas de personas y familias, y ofreciendo un nuevo encuentro con la esperanza, a partir del amor de Dios y el amor a los hermanos.
Encarna Caraballo
Antonio Villafuerte
Directores COF Triana-Los Remedios
Articulo publicado en el Boletín del X Aniversario del COF San Sebastián